Querido Mariano:
Mal, muy mal. ¿Qué ponía en tu contrato? no
debiste leer el apartado donde figuraba una obligación básica: facilitar el
diálogo. Estamos dándote muchas oportunidades y, recuerda, el tiempo pasa más
rápido de lo que crees. En breve volverán las elecciones y no te renovamos. Sí,
ahora vas a señalar con el dedo hacia Cataluña y me hablarás de Puigdemont pero, tranquilo, a él también le he escrito una carta. Ahora centrémonos en ti, no
desvíes la atención. Te pagamos para que hagas política y eso significa que,
aunque creas estar en posesión de la verdad, tienes que escuchar las opiniones
de los demás y evitar el conflicto. Entiendo que puede resultar muy difícil, pero cuando te presentaste como candidato para el puesto vacante, ya lo
sabías. Gestionar un país es más complicado que sortear los golpes de la
oposición y, si cambias de estrategia, comprobarás que es tremendamente
enriquecedor llegar a acuerdos, te lo aseguro. Y a veces, hasta te sorprendes
cuando escuchas al otro y descubres que su opinión puede sumarse a la tuya e,
incluso, modificarse en algunos momentos ¿por qué no?. Es el arte de la
oratoria, el diálogo y la mediación. Te digo esto porque, más allá de tu labor
política, tienes otra responsabilidad añadida que también tenemos todos los
adultos: dar ejemplo a los más jóvenes. Aunque no lo creas, ellos y ellas
gozan de un nivel de coherencia bastante elevado y no entienden por qué los mayores
afirmamos que los conflictos nunca se resuelven con violencia y, sin embargo, el Estado la ejerce constantemente con cargas policiales injustificadas, ausencia de diálogo e intolerancia. Sí, ya sabemos que aquel referéndum se planteó fuera de la legalidad, ya lo has repetido muchas veces, nos ha quedado claro. Pero tú también
te has saltado la Constitución varias veces y no hemos mandado a la policía
a tu casa. Los conflictos se resuelven de forma pacífica, deja a un lado el ego
y empieza a hacer política bajo la premisa ya formulada por Miguel de Unamuno: convencer en vez de vencer.
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